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¿Qué ha sido de nuestro padre?
Tú lo sabrás.
Papá... siempre pensó que yo era un ángel.
No creyó que formara parte de ésto.
Quizás pude ayudarle... pero no sé si quería.
Ellos no te piensan... no tienen que lidiar con todo esto.
Porque hiciste de Dimitri una astilla de sus costillas.
Iván siempre ha estado lejos... ¿Cuidarás de él?.
Y Smerdiakov... llamarlo hermano sería asumir que él
también es una culebra... Y lo es.
Por eso papá siempre quería que cantase. Que buscara
en mis estrellas oraciones para susurrárselas al oído. Quería oírme siempre, y hacer de mis lamentos un axioma.
Creo que yo siempre fui su consuelo. Quien hacía de su miseria cicuta marchita. No sé... supongo no podía quererme de otra manera.
Mamá siempre nos contaba cuentos de astros malditos y romances imposibles.
¡Como si la vida no fuera ya suficiente sacrificio!
Y yo, que soy dado a soñar con nubes grises, me creí lo de mi gran caída. Me lo creí como un salmo de salitre. Pero... ¿Por qué es tan difícil?
¿Quién dijo que todo esto no era más que una cerilla consumida de la que hacer lumbre? Yo... no sé si necesito esto. No al menos como pretende el resto.
Necesito esta corona.
Necesitaba que cumpliera su palabra y que fuera mío su último suspiro. Y juro que no eran las prisas... sabes que soy un hombre de fe.
Pero esta llaga está viva como la carne y necesito cerrarla... cerrarla para salir al mundo.
Y prometo darte mi silencio, que es lo único que me queda...
Tuyo es lo que antes era mío.
Prometo hacer de mi delirio un templo y crecer de mis cimientos como una tormenta de nieve. Pintando mis pasos con el blanco de las luces.
Prometo abrirme.
Prometo que esta, mi huida, no acabará nunca.
Prometo no desdibujar este ardor de mis ojos, ni el rubor de mis mejillas.
Y prometo seguir jugando a vivir.
Si te olvido, Aliosha
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Mitia: el perro ladrador
06:27
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MITIA: ¡Aliosha! ¿Y esos ojitos? ¿A qué estrella estás llorando?
ALIOSHA: Me lloro a mi mismo, yo soy mi propia estrella.
MITIA: Pero tú y yo somos lo mismo, venimos del mismo barro.
ALIOSHA: No, mi padre ha muerto.
MITIA: ¿Crees que yo lo maté?
ALIOSHA: Creo que nuestro padre es un perro.
MITIA: Como Iván, crees que yo lo maté, que merezco esta maldición, este hambre que no sabe anhelar. Y no merezco clemencia ¿es eso?
ALIOSHA: No, Mitia...
MITIA: ¿Sabías que nuestro padre sufre de insomnio? Al caer el sol le azotaba un dolor podrido en los ojos que no le dejaba dormir.
ALIOSHA: Yo... no lo sabía.
MITIA: Claro, aún no habíais nacido ni tú ni Iván. Estábamos él y yo... solos ¿Lo entiendes?
Pasaba las noches arrastrando lobas desolladas al comedor, yo oía como las lloraba. Él no merece llorar. También le gustaba cazar los escorpiones que llovían debajo de la cama. Y entonces, cuando
la luna lucía opaca, aparecía en mi habitación, sudando, con los ojos grises de un chacal, y riendo con orgullo los ahogaba en mi sueño. No quise dormir nunca más, Aliosha. En realidad yo nunca
fui un niño.
ALIOSHA: ¡No, Mitia! No hables así... no tiene por qué ser así...
MITIA: No lo entiendes, dulce Aliosha. Yo siempre lo he odiado.
ALIOSHA: Mitia, yo... en realidad... yo lo temo. No sé a dónde mirar. Quiero deshojar mis manos en jirones de jarabe dorado, y bañar tus dientes en él como en cálida miel.
ALIOSHA: ¿Qué me queda?
MITIA: Hablas como Iván...
ALIOSHA: Él odia que hable de esta forma...
MITIA: Su sed ronca y tenaz... Le hubiese gustado descubrir que no podía perder nada más que la vida.
ALIOSHA:¿ Y tú qué vas perder?
MITIA: Su boca de hiena.
ALIOSHA: Pero...
MITIA: Ya, Aliosha... pero, ella me quiere como se quiere a los muertos. Se ríe... y si me atreviera a dejar de mirarla no sé qué sería de mí... Aliosha, tú no lo entiendes, me atraviesa, me habla y dice “el sol forja tu mirada cuando me escondes en tu reflejo” . Te lo diré todo Aliosha, caí de mi voz en tus ojos de niño que no sabe nada. Ella confirma mi existencia, y del consuelo hace carne.
Pero debes saberlo todo Aliosha, es necesario. En abril me dijo que me quería, y yo, tentado por la crueldad de verme en alguien que no tenía mi cuerpo, dije que la quería. Y creí que ella no era yo. ¿Y no es amor este tormento? ¿No debería ser este delirio el resto de mi vida?
ALIOSHA: No lo sé, hermano. Yo amo sin querer.
MITIA: Yo quiero amar. Aunque deje caer sobre mi pecho todas las constelaciones, quiero amar como un niño. Sin buscar en mi garganta gorgoritos malheridos y buscando, cada día, un dolor
nuevo al que aferrarme.
ALIOSHA: Ya, Mitia... es solo que... la luna no siempre es preciosa. Tú ves la belleza con los ojos de un hombre que quiere ser hombre. Y yo tengo el pico lleno de estrellas fugaces.
MITIA: ¿Quieres verme en la piel de alguien que se aleja de su sangre?
ALIOSHA: No he querido decir eso. Es solo que mi cuerpo tiene un nombre que me gustaría olvidar.
MITIA: Mi cuerpo es el cuerpo de mi padre. De todas maneras no importa, pequeño Aliosha, tú no puedes verlo, pero ella encuentra su belleza zozobrando entre rezos y arroz. Y lejos de tus ojitos, esto
es precioso.
ALIOSHA: Tú eres Lorenzo. Y ella es Catalina.
MITIA: Yo la velo y orbito en su melena. Y es tan frágil esta danza que lo que antes era todo, ahora es nada. Lo que creeis que son versos, son lágrimas. Porque yo no soy eso que ensuciais con vuestras
ideas. Te lo repetiré una y mil veces si hace falta: Yo soy feliz en mi delirio. Calla, corazón ¡sufre, acéptalo y calla!
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4. |
Iván: el ocelote herido
06:07
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Apareces aquí y me descubres como un lince abierto y supurado, derrotado, con marcas ardientes de dados en la palma de la mano. Pero esto no es un juego, para tí es divertido, claro, ríete todo lo que quieras, no me importa. Has venido a repetirme lo mismo de siempre. Sí, ya lo sé, lo sé todo... no te necesito aquí para mostrarme mi sangre. Nunca te busco.
Dices eso queriendo demostrar que eres real, ¿no? Pero no me puedes convencer. Crees que lo sabes todo. No puedes decirme nada que no sepa ya. No quiero escucharte. ¿A dónde dices que
quieres que te acompañe? No. No iré.
Mi voz se esconde como un gato. Mi padre es un perro. ¿Está muerto? A veces mis ojos se erizan y... son tan dorados... ¿No crees que los ojos de las serpientes son del mismo color? Aliosha tiene unos ojos tan pequeños... no puede verlo todo con esos ojitos... Ayer vino a decirme que nuestro padre ha muerto. Tú ya lo sabrás, se supone que todo lo sabes. Pero... ¿es cierto? Yo aún lo siento en los dientes como un veneno. ¿Podré vivir sin él? No, no es eso. No te confundas. Yo no necesito esto.
Aliosha nunca tuvo padre. Sí, es mi hermano... Pero él nunca tuvo esto. Es tan dócil como un petirrojo. Te gustaría mi hermano, sí... Él sí que cree en ti, aunque te teme. Pero tranquilo, yo sé que solo eres un sueño al que no voy a rezarle nunca más.
Y ahora me hablas como una madre y pierdo. Creyendo que en tus ojos rubios mi reflejo no es tan amargo. No puedo creer en ti, no llores. Tú y yo venimos de la misma orilla... nuestros dientes se en-
redan sangre arriba. No... no... No es eso. No me quieres entender. Tú no eres nada.
No eres más que un sueño que ya no quiero. ¡No! No te necesito. No necesito que agotes un dolor enfermo y mañana me escupas con el resto. Tú solo eres un delirio. Habito un pantano con rocas secas. Y está bien que sea así. Yo puedo vivir. No necesito que me distraigas, no puedes convencerme de que anhelo ser un
niño.
Cuando pienso que ya no me queda nada, tú te derramas sobre mi espalda. Mis venas mojadas reptan oscuras hasta el dolor, preguntando por ti. Entonces, mi voz vacía la noche para esconderla bajo la cama como un ajuar de carroña y narcisos despoblados. Yo... ya no sé en qué creer...
Creí que podría vivir por encima de mis labios. Pero al salir de esta noche... me miro en los charcos y veo una víbora. Tú no lo entiendes, mi piel va ennegreciendo cuanto más furioso es este silencio.
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5. |
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IVÁN: He venido a hablar contigo porque... no sé, necesitaba hablar contigo porque, a veces por la noche se me aparece el diablo, y no sé muy bien que hacer. Y apareció y a veces dudaba: ¿será verdad? O no, no lo sé. Y el resto no lo van a entender, pero yo creo que tú sí. Por eso te lo quiero contar a ti. Igual es una tontería. No sé, no sé qué piensas.
SMERDIAKOV: ¿Pero estás seguro de lo que has visto? El diablo es algo muy grande, e igual tú no estás bien. No sé, tendrías que pensar un poco en si lo que ves es o no es real. ¿Tú crees que es real?
IVÁN: ¡No me hagas parecer un loco! Yo sé que esto pasa. No puede ser que ahora parezca que ésto solo lo veo yo. He venido a ti porque tú te jactas de estar dentro de todo esto. El problema es que si él es real, todo vale ¿no? Ese es el problema. Yo no sé qué hacer porque... porque no sé cómo afrontarlo. Se me aparece siempre por la noche y a veces pienso que estoy soñando pero... pero es real.
SMERDIAKOV: Yo solo te estoy diciendo lo que sé, y lo que sé es que no lo veo. Estás enfermo. Lo sabemos todos. Tanto Aliosha, como Mitia, y tú también. Y dices que esto no es algo grande, pero esto
es algo grande. Estás hablando del diablo, y si crees en el diablo... eso significa que también creerás en Dios ¿No? No sé, me da la sensación de que todo en lo que crees se está desmoronando. No sé...
IVÁN: Esto no significa que yo este mal, no significa... es que no se trata de eso. El problema no es ese, porque Dios no es algo grande. Dios no significa nada. Tú y yo lo sabemos. Dios no significa absolutamente nada. Si Dios existiera esta vida no sería una miseria. En realidad la vida no es así. En realidad... en realidad la vida es como... no sé... yo creo que podré vivirla intensamente. El problema es ¿hasta cuándo? ¿No? Hasta cuando esto seguirá teniendo sentido. No significa que... Todavía no hay nada que se desmorone. Yo no sé cómo... no sé cómo tengo que afrontar lo que los demás afrontan de una manera diferente ¿no? De una manera como más natural. Yo tengo que ir por la vida fingiendo
que soy una persona adulta. Fingiendo que tiene sentido y que entiendo lo que los demás dicen y la manera en la que viven cuando eso no es así.
Siempre viene por la noche y me dice cosas como... tú te tienes que sentir igual. Dice cosas como que... no sé, que... que el dolor es algo necesario ¿no? Que sin eso no... que es lo único a lo que te puedes agarrar. Que lo único real y lo único con sentido es el dolor. El dolor simplemente por vivir. Por existir. Y es algo tan... tan decadente. Tan vacío. Eso no significa nada pero él me lo mete
en la cabeza como pretendiendo que signifique algo cuando la vida significa muchísimas más cosas ¿no? Y no necesito a Dios para que la vida tenga sentido. Yo simplemente, necesito que
alguien me diga que lo que digo se entiende ¿no? Necesito que alguien diga que lo que yo digo no es una locura.
SMERDIAKOV: Ivan tú sabes perfectamente que yo siempre he creído que tú y yo somos iguales. Pero en esto no te puedo ayudar ¿No quieres creer en Dios? Es tu problema. ¡Que la vida es una miseria
lo sabemos todos, no hace falta que venga él a decírtelo! (Atacante) Y ¿Que duele? Sí, claro que duele. Pero es que la vida es eso...es puro y maldito dolor.
IVÁN: ¿No te parece que hoy hay una luz muy bonita? Es como blanquecina, pero no se... da un tono muy bonito a las cosas. Será que me gusta el frío... no sé. Todo esto, vivir... no puede ser tan
difícil... Y ahora estamos cerca de tu casa. Por aquí tú controlas todo mejor. Por eso he venido. Quería que me explicases las cosas pero veo que no... no te apetece mucho. Bueno no importa.... El otro día me trajo unas piedras preciosas del pantano, ¿puede ser? A veces me trae regalos y yo creo que esconden una verdad oculta. Siempre creo que hay que vivir pensando en algo grande.
Igual simplemente son piedras, no lo sé. Ahora mismo podría tirar una a tu ventana y se rompería el cristal. Entonces sí que me escucharías.
SMERDIAKOV: Pero ¿tú te estás escuchando, Iván? Hablas como un loco. Si la vida no es repugnante, ¿por qué me ha dado lo que me ha dado? ¿Por qué mi vida ha sido tan terrible y he tenido que vivir siem-
pre a vuestra costa? ¿Y por qué me hiciste hacer lo que hice?
IVÁN: ¿Qué hiciste?
SMERDIAKOV: No hables como si no lo supieras.
IVÁN: No sé de lo que me hablas. Aléjate.
SMERDIAKOV: Eres un miserable, me hiciste hacer lo que hice y ahora quieres que me aleje, porque quizás te invade la culpa, ¿no? Estás hervido en odio, Iván, y ojalá te quemes siempre.
IVÁN: Estoy tan cansado... solo quiero irme a dormir. No sé de qué me hablas... déjame en paz, no entiendo lo que dices. Déjame, por favor. Me gustaría arrojarme al mar, y soñar que no tengo los ojos amarillos. Me gustaría tanto estar lejos de aquí, no quiero verte más. Quiero alejarme de aquí. A veces cuando estoy caminando por la calle me asusto porque creo que he visto otro pájaro muerto. No quiero... no quiero eso.
Me gusta el pico de los mirlos porque es de color butano. Me recuerda a los labios de nuestro padre...
¿Crees que a él le gustarán los pájaros? A veces creo que no conozco a mi padre.
SMERDIAKOV: Eres un maldito cobarde y estoy harto de tus excusas. Tú y yo lo queríamos lejos y eso hice. Hice lo que tú me pediste. Porque tú querías que él se fuera. No me hables de pájaros,
háblame de él.
IVÁN: Él me dijo una vez, no sé... me enseñó cómo batían sus alas, y decía que la diferencia entre... yo... y el resto. Entre Mitia, Aliosha y yo era que... que... nuestra sangre estaba, estaba condenada
pero... pero el problema es que yo pretendía ser mejor. Claro que quería que estuviese lejos, nunca le he querido cerca. Nunca le he querido cerca igual que tampoco he querido nunca estar cerca de
ti.
SMERDIAKOV: No lo querías cerca y así ha sido. Tú me has hecho alejarlo de tu vida. Si no me quieres cerca... ¿Por qué has venido?
IVÁN: No entiendo de qué me hablas... Mi padre ha muerto y tú y yo no somos iguales, escúchame: no somos lo mismo.
SMERDIAKOV: Es verdad, no somos lo mismo, tú eres peor. Porque tú querías a papá muerto, y yo lo he matado para tí. Y ahora... me estás echando toda la culpa... Tú eres tan culpable como yo.
Tú mataste a papá.. El diablo no se te aparece, el diablo eres tú.
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